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La serenata_de Schubert
Gutierrez Najera, Manuel

MANUEL
GUTIERREZ NÁJERA

LA
SERENATA DE SCHUBERT

¡Oh,
qué dulce canción! Límpida brota
Esparciendo sus blandas armonías,
Y parece que lleva en cada nota
¡Muchas tristezas y ternuras mías!

¡Así
hablara mi alma… si pudiera!
Así dentro del seno,
Se quejan, nunca oídos, mis dolores!
Así, en mis luchas, de congoja lleno,
Digo a la vida: -¡Déjame ser bueno!
-Así solllozan todos mis amores!

¿De
quién es esa voz? Parece alzarse
Junto del lago azul, noche quieta,
Subir por el espacio, y desgranarse
Al tocar el cristal de la ventana
Que entreabre la novia del poeta…
¿No la oís como dice: «hasta mañana»?

¡Hasta
mañana, amor! El bosque espeso
Cruza, cantando, el venturoso amante,
Y el eco vago de su voz distante
Decir parece: «hasta mañana, beso!»

¿Por
qué es preciso que la dicha acabe?
¿Por qué la novia queda en la ventana.
Y a la nota que dice: «¡Hasta mañana!»
El corazón responde: «¿quién lo
sabe?»

¡Cuántos
cisnes jugando en la laguna!
¡Qué azules brincan las traviesas olas!
En el sereno ambiente ¡cuánta luna!
Mas las almas ¡qué tristes y qué solas!

En
las ondas de plata
De la atmósfera tibia y transparente,
Como una Ofelia náufraga y doliente,
¡Va flotando la tierna serenata…!

Hay
ternura y dolor en ese canto,
Y tiene esa amorosa despedida
La transparencia nítida del llanto,
¡Y la inmensa tristeza de la vida!

¿Qué
tienen esas notas? ¿Por qué lloran?
Parecen ilusiones que se alejan…
Sueños amantes que piedad imploran,
Y como niños huerfanos, ¡se quejan!

Bien
sabe el trovador cuán inhumana
Ara todos los buenos es la suerte…
Que la dicha es de ayer… y que «mañana»
Es el dolor, la obscuridad, !la muerte!

El
alma se compunge y estremece
Al oír esas notas sollozadas…
¡Sentimos, recordamos, y parece
Que surgen muchas cosas olvidadas!

¡Un
peinador muy blanco y un piano!
Noche de luna y de silencio agfuera…
Un volumen de versos en mi mano,
Y en el aire ¡y en todo! ¡primavera!

¡Qué
olor de rosas grescas! en la alfombra
¡Qué claridad de luna! ¡qué reflejos!
…¡Cuántos besos dormidos en la sombra,
Y la muerte, la pálida, qué lejos!

En
torno al velador, niños jugando…
La anciana, que en silencio nos veía…
Schubert en su piano sollozando,
Y en mi libro, Musset con su «Lucía».

¡Cuántos
sueños en mi alma y en tu alma!
¡Cuántos hermosos versos! ¡cuántas
flores!
En tu hogar apacible ¡cuánta calma!
Y en mi pecho ¡qué inmensa sed de amores!

¡Y
todo ya muy lejos! ¡todo ido!
¿En dónde está la rubia soñadora?
…¡Hay muchas aves muertas en el nido,
Y vierte muchas lágrimas la aurora!

…Todo
lo vuelvo a ver… ¡pero no existe!
Todo ha pasado ahora… !y no lo creo!
Todo está silencioso, todo triste…
¡Y todo alegre, como entonces, veo!

…Esta
es la casa… ¡su ventana aquélla!
Ese, el sillón en que bordar solía…
La reja verde… y la apacible estrella
Que mis nocturnas pláticas oía!

Bajo
el cedro robusto y arrogante,
Que allí domina la calleja obscura,
Por la primera vez y palpitante
Estreché con mis brazos, su cintura!

¡Todo
presente en mi memoria queda!
La casa blanca, y el follaje espeso…
El lago azul… el huerto… la arboleda,
Donde nos dimos, sin pensarlo, un beso!

Y
te busco, cual antes te buscaba,
Y me parece oírte entre las flores,
Cuando la arena del jardín rozaba
El percal de tus blancos peinadores!

¡Y
nada existe ya! Calló el piano…
Cerraste, virgencita, la ventana…
Y oprimiendo mi mano con tu mano,
Me dijiste también: «¡hasta mañana!»

¡Hasta
mañana!… Y el amor risueño
No pudo en tu camino detenerte!…
Y lo que tú pensaste que era el sueño,
Fue sueño, ¡pero inmenso! ¡el de la muerte!

¡Ya
nunca volveréis, noches de plata!
Ni unirán en mi alma su armonía,
Schubert, con su doliente serenata
Y el pálido Musset con su «Lucía