PERSONAS QUE COMPRENDEN

Aquel cielo contiene treinta y tres esferas.
Ellas son dioses.
Acumulan riquezas, júbilos,
procesiones de lava, 
agujas de misericordia,
vientos y lluvias alrededor de los túneles,
grietas vertiginosas, rasgaduras,
huesos de ultraje,
desersión del piadoso,
leñadores contra el mármol sucesivo,
crías de reptiles diminutos,
nísperos caídos de un desierto
que nombré con mi caliente boca.
Ignoro cuándo se multiplican o repliegan:
La luz de los motines crucifica su espacio.
Granos de alcanfor dan a la oscuridad
del caminante un ala de cenizas.
Enredaderas de lepra gestan la carne:
va subiendo la espuma.

-Él sólo dice el número de enigma- 

¿Y el rugido herrumbroso por el agua?
La araña recorre el cántaro vacío.
Hay trapos incurables
del sumiso ritual y esta desnuda geometría.
Las puertas se hincan en palabras.
¿Qué hubo de tejer -en los pilares del tedio-
tu humillación y tu abandono
si el jardín ha crecido hasta el delirio?
Viñas para la alabanza de nadie,
húmedo sentido nocturnal
en las voces que vuelan.

La escritura erosiona aquellas palabras
en cada sótano donde lames relámpago.
Comiste el ojo de las palabras.
¿A qué lacerar con silencio
el espléndido letargo de su furia?
¿Adónde, pero adónde 
la cabalgata de ciegas contra el muro?
El fuego es ahora una ausencia sin medidas
(el tu fuego, acuérdate, el tu fuego)
para el hijo mismo en el sueño del padre.
¡Bienvenidas ciegas insensatas,
estranguladas por la mano que huye
al carnaval de todos!

-Él sólo despierta-

Ayer quebrabas las crueles rotaciones
abriéndose en la sangre.
Las esferas calumnian.
Ofrecen su canción para el secreto.
Por eso mismo diré tus galerías de abandono,
la selva transparente, el ágape
más poseído aún que en las brasas
/de mi nacimiento.
¿Y si desde su disolución
la tribu impusiera su memoria?
El ventanal cruje. 
Silba la intercesora.
Quien nació de sí mismo, Svayambhu,
ve la llaga sobre las plantaciones.

Manuel Lozano
Buenos Aires, noviembre de 2002/París, 2004