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Salicio
Garcilaso de la Vega

SALICIO

GARCILASO
DE LA VEGA
Égloga II

¡Cuán
bienaventurado
aquél puede llamarse
que con la dulce soledad s’abraza,
y vive descuidado
y lejos d’empacharse
en lo que al alma impide y embaraza!
No ve la llena plaza
ni la soberbia puerta
de los grandes señores,
ni los aduladores
a quien la hambre del favor despierta;
no le será forzoso
rogar, fingir, temer y estar quejoso.

A la sombra holgando
d’un alto pino o robre
o d’alguna robusta y verde encina,
el ganado contando
de su manada pobre
que en la verde selva s’avecina,
plata cendrada y fina
y oro luciente y puro
bajo y vil le parece,
y tanto lo aborrece
que aun no piensa que dello está seguro,
y como está en su seso,
rehuye la cerviz del grave peso.

Convida a un dulce sueño
aquel manso rüido
del agua que la clara fuente envía,
y las aves sin dueño,
con canto no aprendido,
hinchen el aire de dulce armonía.
Háceles compañía,
a la sombra volando
y entre varios olores
gustando tiernas flores,
la solícita abeja susurrando;
los árboles, el viento
al sueño ayudan con su movimiento,

¿Quién
duerme aquí? ¿Dó está que no le
veo?
¡Oh, hele allí! ¡Dichoso tú, que
aflojas
la cuerda al pensamiento o al deseo!

¡Oh natura, cuán pocas obras cojas
en el mundo son hechas por tu mano,
creciendo el bien, menguando las congojas!
El sueño diste al corazón humano
para que, al despertar, más s’alegrase
del estado gozoso, alegre o sano,
que como si de nuevo le hallase,
hace aquel intervalo que ha passado
qu’el nuevo gusto nunca al fin se pase;
y al que de pensamiento fatigado
el sueño baña con licor piadoso,
curando el corazón despedazado,
aquel breve descanso, aquel reposo
basta para cobrar de nuevo aliento
con que se pase el curso trabajoso.
Llegarme quiero cerca con buen tiento
y ver, si de mí fuere conocido,
si es del número triste o del contento.
Albanio es este que ’stá ’quí dormido,
o yo conosco mal; Albanio es, cierto.
Duerme, garzón cansado y afligido.
¡Por cuán mejor librado tengo un muerto,
que acaba’l curso de la vida humana
y es conducido a más seguro puerto,
qu’el que, viviendo acá, de vida ufana
y d’estado gozoso, noble y alto
es derrocado de fortuna insana!
Dicen qu’este mancebo dio un gran salto,
que d’amorosos bienes fue abundante,
y agora es pobre, miserable y falto;
no sé la historia bien, mas quien delante
se halló al duelo me contó algún poco
del grave caso deste pobre amante.