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Amor en e?atrimonio y en el noviazgo
Gonzalez Pecotche, Carlos Bernardo

AMOR
EN EL MATRIMONIO
Y EN EL NOVIAZGO

Miles o millones de leyendas que luego fueron fuente inagotable
de novelas románticas, nos muestran lo mucho que el
hombre sería capaz de hacer o de sacrificar por conquistar
el cariño de la mujer que en su corazón llama
su bienamada. Y lo mismo la mujer con respecto al hombre.
Plasmada la imagen ideal, constituida ya la voluntad para
ser encauzada hacia el logro de esa aspiración todo
se va construyendo con hilos de seda y marfil. Sobreviene
luego la realidad cuando uno y otro colman su aspiración
y la imagen ideal comienza a palidecer desapareciendo los
hilos de seda y marfil. Es que había allí plasmadas
dos imágenes ideales; la de él y la de ella.
El encuentro de ambos no fue el
encuentro de las dos imágenes y entonces, cada uno,
tomando por su parte el pincel la va modificando;
porque, considerando a la suya may superior, piensa, que ha
sido demasiado generoso.
¿Cuál, es el pincel que comienza a moverse en
la mano de ese artista incógnito que plasmó
en el éter un cuadro que tan sólo él
podía, ver, admirar y adorar? La realidad; aquella
que mostrando por una parte lo que es ofrece la posibilidad
de lo que puede ser, y sólo pide poner manos a la obra
con el afán tolerante que perfecciona sin dañar
que quiere modelar. Es éste, en verdad, un arte al
que contados seres rinden culto; muchos lo intentaron, pero,
a poco de empezar, la impaciencia, las exigencias injustas
y después el desánimo terminaron por alterar
la imagen dejándola semi destruída.
Pero algo queda siempre de esa imagen ideal: queda la fuerza
del afecto, la fuerza del recuerdo, que en constante reviviscencia
fija a cada uno su conducta. Esa parte de la imagen ideal
es la que influye desde el momento en que los seres se desencuentran,
se desconocen o se rechazan; desde el momento en que por causas,
no muy graves, se suscitan disgustos, desavenencias o rozamientos.
Es la que influye para calmar la agitación, suavizar
el error y aun para perdonar, porque cuando la imagen física
en los momentos de enojo se borra para los ojos que la ven;
aparece, mostrándose a esos mismo ojos, la imagen ideal,
revestida siempre de recuerdos, de afectos y de historia;
de esa historía que juntos vivieron, participando de
los días felices y de los días de dolor.

Esa imagen es la que influye, y no otra casa, para que los
seres se reconcilien y se reencuentren, estrechando sus espíritus
en el amor de esa imagen,

Carlos B. González Pecotche
(Buenos Aires 1901-1963)