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Atmofera de inseguridades
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ATMÓFERA
DE INSEGURIDADES

ALGO
MÁS QUE PALABRAS

El estado de inseguridad que vive el mundo es preocupante.
Algo habría que hacer para frenar tantos desórdenes
y achicar calamidades. La primera de las atmósferas
a tener en cuenta debiera ser la de asegurar los alimentos
para toda la población mundial. La inseguridad alimentaria
acrecienta las tropelías. No se puede calmar la tierra,
sino se alivia el sufrimiento de las personas que padecen
hambre crónica, incluso en regiones donde el clima
favorable y los buenos terrenos aseguran la disponibilidad
normal de excedentes alimentarios. La corrupción de
esos gobiernos, que no propugnan valores de justicia, han
de ser juzgados por tribunales internacionales. A mi juicio,
se podría conseguir la seguridad alimentaria, a poco
que pusiéramos orden en un mundo en el que ya no hay
distancias, redistribuyendo los alimentos en cantidades suficientes,
teniendo en cuenta la producción interna, las importaciones
comerciales y las existencias nacionales, los medios de subsistencia
de los hogares, es decir, un mínimo vital que debe
ser adecuado para proporcionar a las personas acceso a los
suministros alimentarios; y los suministros disponibles deben
satisfacer las necesidades de alimentación y salud
específicas de todos los miembros de la comunidad.

Otra
de las grandes lacras mundiales, es la violencia, que genera
un tornado de inseguridades, causadas, en parte, por esa pobreza
en la calidad de vida, por la corrupción de gobiernos,
impunidad, desintegración familiar o ingobernabilidad.
Hemos de concebir, pues, la seguridad humana como un concepto
amplio, puesto que de todas las condiciones de la libertad,
la seguridad es una de las más evidentes ya que, si
ella falta es la misma libertad la que se esfuma. Se necesita,
pues, potenciar tanto la seguridad de la defensa de las instituciones
y el mantenimiento de la tranquilidad ciudadana, como el derecho
a la protección de la persona y de sus bienes. Por
consiguiente, la noción de seguridad, conlleva esa
tranquilidad ciudadana, que nos asiste en los derechos fundamentales
o derechos naturales, y que ha de frenar la temible y terrorífica
delincuencia callejera o terrorismo. Y eso, es asunto de los
Estados y de sus Gobiernos.

Los
episodios de delincuencia callejera y de violencia criminal
degradan el concepto mismo de civilización humana.
Hay que salvar a la sociedad, al mundo, de tantas intimidaciones,
porque en todo el planetario se vive en continuo terror, hasta
el punto, que ya se dice y comenta, que nadie se siente seguro
de su propia existencia. Y eso es gravísimo, por el
peligro de destrucción que conlleva. Por eso, ante
los generadores del terror, hay que actuar con contundencia,
para salvaguardar la seguridad de cada persona, lo exige el
derecho, todo el derecho del mundo, el principio natural de
toda convivencia humana, de ahí que sea un crimen contra
la humanidad, porque destruye la verdadera construcción
de una tierra en paz.

Ante
tanta atmósfera de inseguridad, pues, en el mundo,
urge un nuevo pensamiento de unión entre todas las
naciones que frene la barbarie, mediante compromisos serios
y políticas integrales que localicen las causas económico-estructurales
y psico-culturales de la violencia social, para repelerlas
eficazmente, incluyendo campañas masivas por todos
los medios de comunicación, que promuevan los valores
morales y los derechos ciudadanos, imprescindibles para una
convivencia pacífica y una vida humana digna y sostenible.
El clima de violencia y mal gusto que potencian las televisiones
y otros medios de masas, están haciendo un irreparable
daño.

¿Adónde,
adónde va el mundo con estos aires de inseguridad?.
¿Hacia dónde vamos?. ¿Cómo mejorar
la seguridad de todos, de toda persona, sea lo que sea y habite
dónde habite?. La sociedad se ha olvidado de lo más
principal, de sí misma, de salvaguardar al hombre en
un hábitat más justo y humano, dejándose
arrastrar por mezquinas ideologías que destruyen y
fomentan el odio. La más ínfima violencia, desde
esa que se genera a pie de calle, la simple pelea o bronca,
no engendra otra cosa, que más violencia. La lucha
entre la violencia y la paz, entre la intolerancia y la razón,
entre el extremismo y la moderación, entre la fuerza
y el derecho, se libra sobre todo desde el interior de cada
persona, desde su propia conciencia. Por ello, es tan importante,
educar en valores, que los valores no se han dictado para
que figuren en cartas magnas, sino para que nos guíen
hacia horizontes de concordia. ¿Cómo no pensar
también en la violencia contra la vida de millones
de seres humanos, especialmente niños, forzados a la
miseria, a la desnutrición y al hambre, a causa de
una inicua distribución de las riquezas entre naciones
y clases sociales?. ¿O en la violencia derivada de
un comercio escandaloso de armas que favorece los conflictos
armados? ¿O en la siembra de muertes debido a los desequilibrios
ecológicos con el riesgo de un holocausto ambiental,
por consumir de manera excesiva y desordenada los recursos
de la tierra y su misma vida?… Son tantas las inseguridades,
¡tantas sus formas, manifiestas o encubiertas!, que
ponerse hoy a trabajar por la seguridad es cuestión
vital, sino queremos que la cultura de la muerte nos gane
la batalla y nos destruya.

Autor : Víctor Corcoba Herrero