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Perdido
Botella, Harmonie

Perdido
Autora:
Botella Harmonie

No entiendo lo que ocurre. El paisaje a mi alrededor ha cambiado, el bosque de las auroras y esperanzas se disimula tras el telón oscuro aterciopelado de un escenario desconocido. No encuentro el camino de la alegría, que me llevaba siempre a aquellos parajes sublimes de felicidad. En lugar de este sendero rutilante, me deslizo entre sombras, frías y secas. No reconozco estos árboles que me amenazan, tristes y agrietados; me quieren atrapar, aislar, encadenar a las arrugas de su tronco seco. Las hojas se resquebrajan bajo mis pies cansados y las flores del camino han huido o se han desvanecido porque la luz, purificadora, ya no las acaricia.

El silencio de la noche incrementa el soplo enfurecido del viento, el aullido gélido de los lobos. El vaho punzante de lo extraño se encauza en lo más hondo de mis venas, de mis entrañas. Estoy despavorido porque no entiendo qué hago en este antro de desolación donde no veo ni el sol, ni el cielo y no reconozco lo que me rodea. Estoy perdido, perdido en un espacio que siempre me acogió, me deleitó con sus formas, colores y sonidos.

¿Dónde están los duendes del bosque, de la vida; el amor o la felicidad? ¿Han huido o se esconden, se niegan a mostrarme el camino?

Estoy desamparado en un lugar sin principio, ni fin. No tiene sentido, no puedo estar perdido: este bosque siempre fue mi refugio, mi consuelo, mi amparo y, hoy, la naturaleza me repudia, me desecha como si nunca me hubiera conocido.

Mi mente vacila, intento hacer el recorrido en sentido contrario y mis recuerdos se entremezclan y se disparan, ¿por qué bajé del coche? Sólo recuerdo mi gran nerviosismo, mi huida alocada hacia no sé dónde, hacia estas praderas luminosas, hacia este bosque acogedor. Buscaba la salvación, el milagro, la senda milagrosa del renacer, la fuente viva de la eternidad. Pero aquí estoy en esta encrucijada del fin del mundo, ignorando todo sobre mí mismo, ignorando todo sobre este mundo hostil que me avasalla, que destruye mis sentidos, mis conocimientos, mis sentimientos.

¿Por qué bajé del coche? Creo que te seguí y me perdí. Recuerdo tu rostro fresco y hermoso, tu rostro mil veces soñado, dibujado, reinventado durante estas largas noches de ausencia. Tus ojos ébanos se perdían en los míos; tus labios suaves y delicados recorrían mi ser… y te perdí. No logro hallar en mi memoria lo último que sucedió. Afloran en mi mente claveles, rosas, jazmines, aromas, formas, matices, pero no lo que sobrevino. Veo tu sonrisa brillante y tu mirada iluminar un nuevo camino que me señalan tus frágiles manos. No me atrevo, temo perderme otra vez.

Tu recuerdo se difumina y el vacío ocupa tu espacio. No estás y retrocedo en el tiempo y en el espacio para reencontrarte. Te diviso ahora en el coche, riendo como el alba prometedora de nuestro pasado, como la luz divina de nuestro futuro. Quiero alcanzarte, coger tu mano, besar tus labios. Me deslizo en el asiento, pero ya no estás. Sólo queda la promesa de tu cuerpo, el rastro de tu ser, el perfume de tu esencia. Quiero llorar, pero mis lágrimas tampoco existen. Estoy perdido.

De repente veo tu silueta transparente introducirse en la gruta de las maravillas. Tu paso ligero me anima, conoces la salida. De tu cuerpo emana una radiación celestial que envuelve la materia. Me miras y sonríes, sabes qué vía seguir, que no estamos perdidos, que volveremos a estar juntos. Avanzamos en un halo de albor, iluminados por el cielo y el sol. Ya no tengo miedo. El rumor y el ardor de la vida nos cercan, la magia nos rodea.

La luminosidad se incrementa y dilata mis sentidos. Oigo baladas, poemas, veo hadas, mis ojos vislumbran formas reales, olvidadas, seres queridos, desaparecidos. Me esperan. Su calor me reconforta y me inquieta a la vez. Miro hacia atrás y afluyen todas mis vivencias, todos mis recuerdos. Veo mi coche atravesado contra un árbol de la carretera, tu cuerpecito inerte y el cadáver de un hombre, que creo ser yo, sonriendo al nuevo amanecer que nos espera.