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Salve estrella de los mares
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¡SALVE,
ESTRELLA DE LOS MARES!
ALGO
MÁS QUE PALABRAS

Víctor
Corcoba Herrero

Frente a una imagen clásica, la
del mar como medio ignoto, que lentamente fuimos descubriendo
en un largo proceso histórico de explotación
de sus recursos, surge en los últimos tiempos, a mi
juicio, un desmesurado desarrollo de la biotecnología
marina, sobre todo como negocio, al que habrá que poner
límites para que la colonización del mar no
haga estragos en un futuro próximo.

Durante siglos, desde los primeros navegantes, el hombre ha
ido incrementando su conocimiento y su capacidad de utilización
de los mares y océanos. Un medio que de partida es
poco favorable para la actividad humana, ha sido progresivamente
conquistado como vía de comunicación y como
fuente de alimento. En los momentos actuales, parece haberse
incrementado radicalmente la capacidad para utilizar el mar,
como negocio. No importan las tecnologías que se utilicen,
para explorarlo y explotarlo.

Un año más, la fiesta de la Virgen del Carmen,
ha de invitarnos a esa reflexión, a profundizar en
los muchos problemas que suceden mar adentro, entre las gentes
del mar, y que van desde el incumplimiento de acuerdos internacionales
hasta el exceso de horas de trabajo. Hace unas semanas charlando
con diversos pescadores andaluces y gallegos, en plena noche
y a la luz de la luna, de madrugada, les comunicaba mi deseo
de escribir sobre ellos.

De pronto, todos querían acercarme sus preocupaciones.
Arde el mar y sus pescadores. Los hombres del mar no cuentan
demasiado, a pesar de tanto sacrificio por su parte. A juzgar
por sus mensajes, me da la sensación de que las gentes
del mar sufren mucho y se les auxilia poco; a pesar de que
seamos una potencia pesquera de primer orden, tanto por su
flota como por los desembarcos.

La
lucha en el mar y fuera del mar, donde dejan a su familia,
es constante. Empieza por ser loable no sólo el trabajo
que ellos hacen, también la entereza y el coraje de
su gente que les espera en tierra. Entre los mensajes recibidos,
destacar algunos: Mejorar la transparencia y determinar qué
programas de ayudas estatales se pueden aplicar para apoyar
los intereses marítimos comunitarios, ha de ser objetivo
prioritario de los gobiernos.

Dicho sea de paso, especialmente sensible debiera estar la
Comunidad Europea, de la que formamos parte, garantizando
la libertad de acceso a los mercados del transporte marítimo
en todo el mundo de buques seguros y no contaminantes. Otros
me apuntan -casi denominador común- que se incremente
la política familiar, de ayuda real a los hombres del
mar.
Mientras tanto el mar, la mar, no sólo ha unido a poetas,
fusionando corazones y latidos, porque pueden haber muchas
fronteras humanas pero existe un solo mar que seduce y atemoriza
a un tiempo, canta y se enfurece, acaricia y destruye.

Así es el mar, un poema eternamente repetido e inédito,
como selló Gerardo Diego: «rítmicos siempre,
pero nunca iguales/ el viento va extendiendo con su pluma…».
Necesitamos, pues, proteger esa poética atmósfera,
atajando el uso irresponsable de los recursos naturales, poniendo
freno de una vez por todas, a nivel internacional, al transporte
marítimo de productos nucleares y de otros materiales
peligrosos, así como el vertido incontrolado de productos
químicos contaminantes.

Los efectos de la contaminación, evidentemente negativos
para la vida marina, pueden serlo también para la vida
y la salud humana: algunos contaminantes como los metales
pesados, se acumulan en los organismos a través de
las redes tróficas y llegan en forma concentrada al
ser humano, en el que producen efectos tóxicos.

Sin ir más lejos, -me apunta un pescador-, existen
ya informes científicos que avalan la adopción
de medidas para poner coto a los daños de la pesca
industrial en los recursos marinos, para determinadas especies,
y nada importa, todo se consiente. Es verdad. También
a nuestros pescadores los hemos visto sufrir, hasta perder
la dignidad, y pasada la noticia si ha trascendido, se siguen
produciendo los ataques contra ellos. Olvidando, por ende,
que ellos también somos nosotros.
Hoy el mar nos acerca un aluvión de sensaciones y vidas,
que pueden volverse contaminación y muerte. Los puertos
son encrucijadas de hombres de diversas naciones, con su propia
identidad de lengua, costumbre y religión. ¿Por
qué no aprovechar este crisol de culturas para adentrarse
en otros mundos y así aprender a convivir?.

A lo mejor navegando en la palabra entendemos el lenguaje
del mar. Ese universo de razas, que llegan a nuestras costas
-algunos en pateras- en busca de nuevos horizontes, es otro
de los problemas que nos plantea el mar. Un mar que nos pide
solidaridad en estos casos, mientras la población mundial
se concentra cada vez más cerca de los espacios costeros,
en lujosos castillos en primera línea de playa, cuestión
que ha de ponernos en guardia más que con los pobres
emigrantes, para establecer algún tipo de control para
que la colonización humana intensiva, junto al mar,
no destruya el hábitat natural.

La situación llega a niveles extremos en casos como
el del Mediterráneo, cuenca semicerrada con menor renovación
de las aguas y sometida a una intensa presión humana,
más dañina que la presión de las gentes
que se han lanzado en busca de mejor vida, aunque hallen la
muerte antes de llegar al mundo de los ricos.

Autor: Víctor Corcoba Herrero